
Pongo la atención en tantas cosas, que me distraigo levanto y alzo el vuelo a tantos metros que asusta, anclo mis pies en tierra fecunda, resuelvo, atiendo solvento la vida como si necesitara mi ayuda-ella que no parará por nadie- me asiento en un lugar tan cómodo que pierdo las alas, las palabras volanderas, los instantes decisivos, el dibujo hecho en una fuga de agua. Y si las diosas de la maldita virtud que en el medio siempre habitan, más por entrometidas que por armoniosas, acuden a instalar su orden, clamará el ciclo por estirar el hilo que eleva mi cabeza de nuevo hacia las nubes.