
Como la luz que asiste en una polaroid de Tarkovsky,
sobre mi mesa ajada de tanto experimento
sin esperanza y con convencimiento,
que como él,
donde pongo la vida pongo el fuego*
pasan las horas felices.
Cargadas de dones,
ardientes como teas
efímeras,
toscas
y con represalias
que nada entibia que no enfriara,
y hay tanta sed.